Nada hace presagiar en la playa de Las
Canteras que, en apenas unas horas, uno de cada diez canariones esté
dándolo todo en el estadio de Gran Canaria para ayudar a su equipo a
subir a primera. Mucha gente, poca ropa, más pendiente de coger un
buen bronceado para el próximo San Juan, fiesta grande la ciudad. En
el paseo marítimo se respira vida, pero exenta de fútbol, más allá
de una pareja de alemanes pendientes del próximo encuentro de su
selección. Ninguna bandera en los balcones, un par de camisetas
colgada en algún bar y pare usted de contar.
- “Desde que nos mandaron a ese
estadio tan frío, vamos para abajo” - me contaba Javier, un amable
hincha de la Unión que volvía de Córdoba de presenciar la ida.
“Puede pasar lo que sea, el fútbol no tiene reglas”. Nadie lo
diría viendo la euforia que parece rodear al equipo amarillo y a sus
incondicionales en las redes sociales. En contrapunto, calma tensa en
nuestro lado, con un regusto amargo de muchos cordobesistas que, pese
a sus múltiples intentos, no podrán presenciar a su equipo en
directo, torpeados por la incapacidad de una directiva que se ha
vuelto a lavar las manos como Pilatos, dejando al equipo
prácticamente ante una inmensidad de treinta y dos mil canarios. Nunca habrá más cordobesistas abandonados en su propia ciudad que mañana por la tarde.
Un centenar de osados blanquiverdes han
logrado salvar todos los escollos y desembarcar en la isla este
sábado. Se espera una segunda remesa de iguales características
mañana, día del partido. Todos son conscientes de que es el partido
más importante de la historia reciente del Córdoba C.F. Muchos van
solos, con una maleta en la que solo cabe un bañador, un par de
blanquiverdes y toda la ilusión del mundo. Algunos son muy valientes
y solo piensan en la gloria; otros están muertos de miedo, pensando
que si se pierde y hay que esperar otros 42 años, lo mismo no
vivirán para verlo. Hay muy pocas vivencias que, este que escribe,
pondría en la lista antes de un ascenso a primera de su equipo. A
estas alturas de la vida, probablemente ninguna. No es una cuestión
baladí lo que se jugará mañana, pero la confianza en los nuestros
es plena. La tendencia hace que el optimismo se convierta en realismo
y que la esperanza de un final apoteósico sea más que un bonito
sueño de una noche de verano canario.
Mañana, sobre el campo, la verdad.
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