Pasada la una de la madrugada -algo más tranquilo, extenuado física y moralmente, pero sin pizca de sueño-, me dispongo a exponer mis conclusiones sobre la jornada vivida ayer. Mi "Ruego al abonado al Córdoba CF" se convirtió en la cuarta entrada más visitada en la historia del blog. Teniendo en cuenta que en el Arcángel no había de más 1500 y que, mínimo, un tercio entró gratis, habrá gente que crea que vengo a sacar pecho aquí. Es posible que, a pesar de las numerosos clic que tuvo, mi escrito no tuviera mucha influencia en las decisiones de los abonados, pero lo que es innegable es que el cordobesista ha dicho NO al chantaje del tirano. Desgraciadamente, esta ha sido la única buena noticia de la tarde.
Llovía ligeramente. A las 15.55 horas llegué a la Cruz del Rastro y miré hacia la zona de quedada de la "Marcha Blanquiverde", pero no se veía prácticamente a nadie. Mientras me acercaba trataba de convencerme de que la gente estaría en la parte de atrás de la Puerta del Puente y que, por tanto, mi vista me engañaba. Cuando llegué, la desilusión me caló hasta los huesos: estábamos "los cien de Twitter", como el tirano había dicho en la prensa durante la semana. Muchos amigos se acercaban al verme con la cara pálida e intentaban animarme: "ya verás como empieza a venir gente" o "en la puerta 0 estaremos muchos más". Otros buscaban excusas como "es que el Barça tira mucho" o "la lluvia ha hecho daño". Efectivamente llegó más gente. Pero nunca la suficiente. No soy especialista en cálculos de este tipo, pero creo que en ningún momento pasamos de los trescientos. 300, curioso y metafórico número. Todos los que estaban, son, pero no estaban todos los que son. O, al menos, eso quiero creer. Si queríamos poner en un brete al dictador hacía falta mucha más gente. Hacía falta mucha más potencia.
Creo que el Cordobesismo no es consciente del momento histórico en el que se encuentra. La supervivencia de la entidad pende de un hilo. Hoy teníamos la oportunidad de hacer fuerza y hacer temblar al tirano que desgobierna el club que tanto amamos. La perdimos. La Marcha fue un fracaso. Que nadie me malinterprete. Desde aquí quiero transmitir mi emocionado agradecimiento a los convocantes y, sobre todo, a los asistentes. Hubo personas que se escaparon del trabajo para asistir a la protesta. Otros vinieron desde Madrid o Cataluña solo y exclusivamente a ella. No imaginan la cantidad de gente que ha trabajado en esta iniciativa, la multitud de llamadas de teléfono para intercambiar ideas y fuerza de trabajo, la cantidad de tiempo invertido. Tanto trabajo como frustración siento ahora. Somos pocos, muy pocos. Quizá cuando nos desplazamos a algún estadio rival, los cientos que hoy estuvimos en la protesta pintamos fortaleza. Hoy, en nuestra ciudad, esos mismos mostramos nuestra debilidad y desamparo. No voy a juzgar a nadie en particular, faltaría más, pero hoy creo que el Cordobesismo no ha estado a la altura de lo que el Córdoba CF necesitaba.
Llegamos a la puerta 0 y alguno, desde lo alto de la tribuna, sonrío aliviado. Son controlables, pensarían. No quiero ni pensar en lo que escribirán. No había fuerza grupal para impedir que los seguratas fueran y vinieran entregando invitaciones por docenas. Demasiado teníamos con sostener nuestra dignidad. Derrotado, a las 18.20 h marché hacia casa junto con mi padre, mi madre y mi hermana. Me metí en un bar que tenía pinchado internet a la tele y pude ver la segunda parte. Tampoco mejoró la tarde lo que vi. El mismo desgobierno institucional lo tenemos en el verde. Futbolistas superados por un equipo del montón, estrellas que se borran autoexpulsándose, laterales de cartón, un portero mostrando por qué es reserva, una media tenebrosa...vamos, lo que ustedes ya saben. Pienso que la salvación es toda una utopía. No obstante, el fútbol es cambiante y espero y deseo que lo sea también en esta ocasión.
Ahora me siento débil. Me siento como el náufrago harto de nadar, ya convencido de que su energía no le dará jamás para llegar a tierra firme, obligado a dejarse llevar por la brava corriente a la espera del inevitable final. Ojalá mañana sea otro día, la semana que viene otra semana, el mes que viene otro mes y el año que viene otro año. Lo que pasa es que el Córdoba, seguirá siendo siempre el Córdoba.