Hoy hemos conocido de que manera Bielsa vomitaba dignidad en el vestuario del Calderón, recién perdida la final de Copa ante el Barcelona, donde recriminaba a sus futbolistas sus risas. Dijo el argentino que la forma en que habían perdido ambas finales manchaba la trayectoria inmaculada de su escuadra hasta aquel momento. Es posible que fueran pocos los chicos a los que "El Loco" dirigiera estas palabras que quizás mostraran esa risa tonta posterior a un episodio traumático, como simple mecanismo de defensa.
Yo asistí a una derrota similar, con idéntico marcador además, pero el camino y el destino recibió aun más brillo aquella tarde. El equipo contrario terminó siendo superior y llevándose el gato al agua, aunque le costara mucho más que al Atlético y al Barcelona en sus finales con el Athletic. Los míos salieron a la cancha un rato después del final de la película y allí nadie reía. Todos lloraban viendo a aquellos que habían recorrido setecientos kilómetros y que se resistían a volver a su hogar. Probablemente, pasará muchísimo tiempo, pero muchísimo tiempo para que tengamos revancha, pero nunca un árbol caído dejó unas raíces tan hondas.
Se preguntarán por qué no escribo del presente, por qué no debato si tiene razón la directiva actual o la anterior. La respuesta es sencilla: me la suda. Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando.
Seré de los que no faltaré a mi asiento en el Arcángel estemos donde estemos, pero tampoco me apetece escribir de lo deportivo. Veo un equipo sin alma, descabezado, destinado a vagar por la mediocridad que tan bien conocemos si no sucede un cambio de rumbo inmediatamente. Soy de los que opinan que tenemos mucho más talento, mucha más calidad de lo que estamos demostrando, por lo que el giro es posible.
Así que permítanme que siga acordándome de los buenos y malos momentos que construyeron mi Cordobesismo, porque es lo único que me motiva a seguir escribiendo.