Cuando un equipo pobre, menor, de esos que llamamos chicos acude al estadio de un grande, de uno de los favoritos, lo habitual es que pierda. Más aun si el visitante acude apocopado, temeroso, dubitativo, sabedor del cruel y practicamente inevitable destino. El Córdoba actuó durante alrededor de una hora como un equipo chico. Y perdió. Pero el razonamiento anterior no es del todo aplicable al partido que acabamos de ver por varios motivos. Uno de ellos es que el equipo grande no tiene mucho más que nombre. El Villarreal que estamos viendo, más allá de su buena clasificación, no asusta. Me atrevo a decir que este Villarreal no hubiera disputado el play-off de la temporada pasada, lo que equivale a decir que era peor que el Córdoba que tanto añoramos.
El Córdoba saltó al Madrigal a guardar la ropa. La consigna era clara: el campo del rival no se pisa. Cuando en algunos de los errores de los amarillos algún blanquiverde robaba la pelota, nadie le acompañaba. Era un uno contra once. Sin embargo, el Villarreal no supo que hacer con la pelota ya que su rapidez y su verticalidad, incluso su brújula, brillaban por su ausencia. Solo en dos errores graves, dos pelotas perdidas en el medio del campo, provocaron que Cavenaghi se plantara solo dos veces ante Alberto, al que le tocó actuar de héroe provisional. Con Caballero, Silva y sobre todo Abel inéditos y misteriosamente escondidos, el Córdoba se las veía y se las deseaba para mantener un empate ante un equipo sin chispa.
La segunda empezó calcada, pero al cuarto de hora Silva y Oriol se liaron a mamporros y vieron la roja. Sería importante estudiar la acción en cuestión: nadie hubiera imaginado a Silva darse de puñetazos y cabezazos con el rival, pero su falta de protagonismo debido al cambio de juego de Berges y quizás a su baja forma, pueden haber provocado que su ansiedad haya ganado la partida a su razón. Quizás le venga bien el descanso. Curiosamente, la tangana dio paso al único rato donde el Córdoba estuvo reconocible. Ya ocurrió la semana pasada ante el Girona, donde los blanquiverdes fueron también superiores con y contra diez, dándole la razón a Helenio Herrera. La pelota cambió de dueño y el Córdoba perdió el miedo. Los laterales doblaban, los medios tocaban y los amarillos retrocedían. Solo tuvimos una clara que Enzo no acertó a llevar a la red.
Era complicado perder tal como estaba el patio, pero el Córdoba es el equipo chico. El héroe Alberto tornó a villano y regaló el gol a Pérez al rechazar una pelota que iba fuera lo menos dos metros. Ahí acabó el partido, porque cuando Aguilar y Dubarbier se entretuvieron en perder un balón letal en su intento de sacar jugada una pelota por primera vez en todo el partido, el pescado ya estaba vendido. Habrá mil excusas en la rueda de prensa y durante la semana. No se hablará de que el Villarreal no tiene armas para atemorizarnos, por mucha primera de la que venga y muchas Champions que haya jugado. No se hablará de que el equipo sigue desnortado, sin unos patrones de juego a repetir, sin unas ideas en las que creer. No se mencionará que el equipo solo encuentra la chispa en partidos rotos, con expulsiones, o cuando ya marcha detrás en el marcador. Solo se hablará de que el Villarreal tiene un presupuesto muy alto y de que son superiores. Ustedes lo han visto, yo no me lo creo.