El
tiempo es el juez de la Historia, es el que nos hace grandes o nos
relega al olvido, nos encumbra o nos ignora, pero somos las personas
las que con nuestros actos exigimos ser eternos. Nuestra anónima
existencia no nos permitirá ser recordados como artistas de
renombre, grandes científicos, estadistas reputados o salvadores de
crisis inventadas, pero si nos permitirá vivir siempre en la memoria
de los nuestros, de los que nos quieren y de los que nos acompañan.
Permítanme adjudicarme mi parte de gloria junto a los 300 valientes
que acompañaron a nuestro Córdoba al encuentro de Valladolid,
gloria compartida por unos corazones que gritaron y sintieron como
uno y que no caerá en el olvido mientras quede alguno de los que
allí estuvimos o de los que se lo contemos.
Sin
duda ni el encuentro del domingo fue el último ni será el único en
que nos juguemos algo, pero si fue especial porque por primera vez en
40 años estábamos buscando la gloria y no evitar la deshonra. Mi
trayectoria como cordobesista me ha hecho vivir partidos como este en
lugares parecidos, estos fueron vividos desde la esperanza, la
inexperiencia y bisoñez que da la juventud, pero en este caso,
peinando ya algunas canas, me sorprendió la forma en que lo vivido
me llegó al alma.
El
encuentro comenzó a vivirse como las grandes citas, dos horas antes
cordobesistas y pucelanos descorchabamos una Eurocopa que hasta ese
momento había carecido de protagonismo. Minutos más tarde todos los
que combinabamos el blanco con el verde empezamos a desfilar camino
del estadio para recibir a los nuestros, en ese preciso instante me
di cuenta que iba a ser un día especial, no sabía si bueno o malo,
pero sin duda distinto. Ya
en el interior del coliseo pucelano nuestra grada comenzó a cantar,
con más motivo aún cuando comenzado el encuentro eran los nuestros
los que dominaban y merecían una suerte mejor. Los locales la
tomaron con el árbitro, síntoma inequívoco de que las cosas no les
rodaban bien ya que el trencilla era malo para ambos.
Tras el
descanso cambió todo, una historia que ya saben y que no es necesario
volver a contar, pero lo que realmente hizo grande ese día fue lo
ocurrido en la grada. Frente a una hinchada local que rugía sólo
artificialmente cuando la técnica lo pedía, 300 cordobesistas no
decaían a pesar de los golpes. El “sí se puede” era el grito de
guerra tras encajar los golpes; frente a la mofa vallisoletana para
nosotros era un mantra que repetir con el que no ya convencernos ni
convencer a nuestros jugadores, era la transmisión de la confianza
en una forma de hacer las cosas, era el agradecimiento por caer de la
manera más digna, siendo fiel a unos principios y con la cabeza
alta. El
tercero fue un castigo duro para la mayoría de los que estábamos en
el último reducto del sol castellano, muchos cayeron, otros
callaron, algunos bajaron los brazos, pero entonces se obró el
milagro.
Cuando todo estaba perdido, cuando el enemigo daba el golpe
de gracia surgió el orgullo, la casta y el honor. Tengo el recuerdo
de como algunos empezaron a gritar “ahora más que nunca te quiero
Córdoba”, animaban al vecino, a otros los levantaban de las
sillas, otros con los ojos a punto de desbordarse crecían como
gigantes. Ese momento fue grandioso, me sentí como un soldado de los
Tercios de Flandes ante una muerte segura, como un miliciano que
antes de ser ajusticiado grita libertad, me sentí como uno de los
300 espartanos en la batalla de las Termópilas. Ante la facilidad de
bajar la cabeza y pedir clemencia, los 300 miramos a la derrota a los
ojos como Leónidas miró a la muerte y le dedicamos una sonrisa.
Orgullosos levantamos nuestra cabeza, nuestras bufandas y nuestra voz
y cantamos más fuerte de lo que nunca lo hicimos, y lloramos más de
lo que nunca imaginamos. Nadie decaía porque mirabas a tu alrededor
y veías a un hermano que sentía lo mismo que tú y que luchaba por
lo mismo que tu querías.
Fueron
minutos inolvidables en los que el vello se erizaba y en los que te
das cuenta como el fútbol no es sólo fútbol, lo importante que es
querer algo y sentirlo, defender una filosofía, unas ideas;
entiendes como las personas se crecen ante las adversidades y luchan,
y lo importante que es el cómo y no sólo el fin. Ni
en las Termopilas ni en Valladolid fuimos 300, físicamente contamos
algunos más, pero lo realmente importante fue que los que allí
estuvimos luchamos por muchos más, por muchos que no han estado, por
muchos que ya no estarán, por tantos que ya ni recuerdan y por otros
recién llegados y por los que están por llegar. Por todos ellos
cantamos y lloramos, porque sea el principio de algo grande y que
todos podamos vivirlo juntos. Espero
un día no muy lejano poder contar la historia de los 300 de
Valladolid a alguien muy especial y que se sienta orgulloso de que yo
estuve allí y pensé en él, y espero que él haga lo mismo que yo
he hecho pero peleando por un título en primera división, y que si
en algún momento le toca perder espero que piense en este día y
haga como yo, porque si hay que perder prefiero hacerlo cantando.
Jose
R. Galván
Preciosa, Jose.
ResponderEliminarYo estuve allí, y lo recordare siempre con orgullo. Estuve con mi hermano, porque ya no podia estar con mi padre por desgracia. Con el que habia ido años antes a Pontevedra a vivir otro sueño. Forje el otro dia aun mas si cabe mi sentimiento por este equipo. Y gritare siempre con orgullo: "YO ESTUVE ALLI"
ResponderEliminarExcelente!! Me quito el sombrero!! Si señor...me siento muy identificado por que yo fui uno de esos 300 valientes que sin pena ni gloria estuvo allí animando como el que mas...
ResponderEliminar@NotarioSamuel
Aunque yo no estuve allí, me sentí representado por los que allí estuvieron y sus cánticos y sus lagrimas. Honor y agradecimiento.
ResponderEliminarPotito, potito, Jose. Se ve que el trato con Yago te ha hecho ser más épico de lo que seguro eras. Y es que bregar con locos bajitos agudiza el ingenio. Eso, o te comen. Un abrazo, crack.
ResponderEliminarMe gusta que os esté llegando. Es una fiel crónica de los que se vivió en Zorrilla. Y si Paco, Yago te hace ser más épico, como un espartano porque si no a veces no hay quien pueda con el
ResponderEliminarGrande! Galvani!! en la proxima batalla hay estaremos... 300, 30 o 3! y estoy seguro que nos llegara nuestro momento de gloria!! a pesar de que este año pense que era el nuestro! Volveremos... volveremos.. volveremos otra vez.. volveremos a ser grandes!!! volveremos a ascender!!! Forza Cordobaaaa!!!
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